Origen aletargado

 

Origen aletargado

—¡Buenos días!, esta noche has estado agitado, ¿algún mal sueño?

—¡Buenos días!, sí, he tenido un sueño, lo tengo grabado en mi mente, es algo que nunca me había pasado, era como vivir otra vida, algo muy distinto a lo que conozco.

—¿Quieres hablar de ello?, el desayuno ya está listo, y tienes todavía unos minutos antes de comenzar con el trabajo.

—¡No, gracias! ¿Si bien quiero pregúntate, qué es la familia? —Hubo unos segundos de silencio.

—Esa expresión se utilizaba antiguamente, se le llamaba así a un grupo de personas emparentadas o que vivían juntas. Dejó de usarse hace muchos años, pues acabó dando problemas, se enfrentaba, se mataban, discutían. Con el tiempo dejó de funcionar ese modelo y llevamos muchos años con una forma de vida en la que nadie discute, no hay guerras, peleas callejeras, ni altercados. De ahí que todos vivan solos, que no se comuniquen, que no compartan ideas, ideologías, sentimientos. Durante los últimos veinticinco años este modelo funciona y la paz reina en todos los hogares.

—Esta noche soñé que existía una montaña donde cientos de personas convivían unidas, lo compartían todo y parecían felices. También me pregunto ¿Cómo llegué aquí? ¿Quién tomó esa decisión? ¿Cuántos vivimos de esta manera? ¿Por qué nunca podemos salir de casa?

Por unos largos segundos volvió a reinar el silencio. Tomó un poco de zumo y aquel brebaje que tenía que beber todos los días, algo que sabía amargo, y que llevaba días evitando tomárselo todo.

—¿Te estás tomando el complejo vitamínico? —El tiempo se paró con aquella pregunta.

—Por supuesto, ¿Por qué no me lo iba a tomar? —Era la primera mentira que contaba en sus veintinueve años que llevaba viviendo en aquella casa.

El dispositivo desde donde salía la voz emitió una luz que recorrió todo el cuerpo del joven. Él sabía que era un chequeo y se mantuvo tranquilo esperando no ser descubierto, la actitud que estaba mostrando era nueva, y la sensación que le producía le gustaba. 

—¡Bien!, no tienes ningún problema físico, aunque tu mente está algo alterada. Voy a proponer que te tomes una infusión antes de dormir, para que no tengan sueños que te alteren.

No puso ninguna objeción, sin embargo, soñar con aquella clase de vida, le había producido una emoción nueva, era como si aquella montaña lo atrajese, como si aquello ya lo hubiese vivido en alguna otra vida.

Desde que tenía uso de razón había permanecido encerrado en aquella lujosa casa, solo conversaba con la que había sido su profesora, su acompañante, la que resolvía su existencia un día tras otro. Estaba casi convencido de que todos vivían de esa forma, que jamás salían, nunca se hablaban y mucho menos se reunían.

Desde hacía muchos años, esa forma de vida daba el resultado esperado, tranquilidad, calles vacías, y cientos de casas habitadas por una sola persona que siempre estaba acompañada por un aparato que todo lo sabía y que todo lo resolvía. Aquellas infusiones mermaban los recuerdos, el origen, la ira, la alegría. Desde que no se lo tomaba todo, algo en su mente estaba cambiando y eso le hacía más atrevido.

Esa noche tomó solo una parte de la infusión, suficiente para que ya no despertase. Su compañera de vida, a pesar de no medir más de veinte centímetros, había tomado la decisión de considerarlo defectuoso, esa era la orden, mantener las mentes aletargadas, no dejarles soñar y mucho menos pensar.