Al otro lado de la ventana
La
noche, esa oscuridad que puede traer paz al día, o, por el contrario, una
guerra mental al insomne, o a aquel que busca ocultarse de miradas ajenas, al
que amparado por la oscuridad vaga por los caminos desconocidos de pensamientos
que ni él mismo reconoce.
Una
noche más de esos diez años que llevaba viviendo en el mismo lugar. Poder
conciliar el sueño, no era nada fácil, sobre todo cuando al otro lado de la
ventana sucedía siempre lo mismo.
Una
casa de planta baja, con un gran ventanal en el salón que coincidía de frente,
con tan solo unos metros de separación, con el salón de la vivienda vecina.
Era
la hora, un momento de incertidumbre, a veces hasta de miedo y otras de
curiosidad. Apartar un poco la cortina y observar la figura que se ocultaba
tras la ventana de la casa de enfrente, era una tarea a la que no podía faltar.
Allí estaba inmóvil, aunque daba la impresión que por momentos se balanceaba.
Diez años mirándolo sin poder descubrir que se encerraba tras el ventanal, en
una casa que llevaba sin habitar demasiado tiempo.
Por
el día era un ir y venir de familias acompañadas del vendedor encargado de
mostrar la propiedad, sin embargo, nadie compraba la casa, todos perdían el
interés, tan pronto entraban. Era un caso raro, en una casa sin historia, sin
nada maligno, sin muertes violentas.
Apartó
un poco la cortina y miró fijamente la sombra oculta, intentaba ver unos ojos
que le dijesen algo, una cara que le trasmitiese miedo o simplemente
curiosidad. Muchas noches había pensado en entrar y descubrir el secreto
oculto.
Esa
noche la luna brillaba con todo su esplendor, el cielo despejado sin nubes, la
tranquilidad que se respiraba le hizo tomar la gran decisión.
Cruzó
el jardín y se paró delante de la puerta, sabía dónde estaba escondida una
llave, levantó la piedra y allí estaba, sucia y oxidada, solo esperaba que
funcionase correctamente.
A
la llave le costaba girar, si bien tras el tercer intento lo consiguió. Miró
hacia la calle, ni un alma, todo tranquilo y en silencio.
El
hall estaba, como lo recordaba, de visitar a los anteriores dueños, el salón a
la derecha, la puerta cerrada. Antes de acercar la mano a la manilla, intentó
escuchar algún ruido del interior, poco podía oír, el corazón le latía tan
fuerte que cubría cualquier otro sonido.
Por
un momento estuvo a punto de abandonar la aventura, realmente tenía miedo, no
sabía qué tipo de persona se encontraría, ¿y si no era de este mundo?, ¿y si
era un fantasma o un ser de otro planeta?
Su
cabeza era un remolino de suposiciones, respiró profundamente, pensando que, si
había llegado hasta allí, seguiría adelante, encontrase lo que encontrase.
Abrió
la puerta con sigilo y al primer paso lo vio, de pie frente a la ventana,
estuvo a punto de llorar, o de reír. En ese momento se consideraba la mujer más
estúpida del mundo.
No
recordaba que su antigua vecina era costurera y el maniquí seguía allí donde
siempre había estado.
Ahora sí me he reído un poquitín: los misterios de la maravillosa y extraña noche y el final... Bueno pero a la vez he sentido alivio, porque podría haber sido ... No sé qué! Feliz domingo querida Mar. He pasado a votar, aún no está allí pero quedo pendiente. Abrazos!
ResponderEliminarBonito texto.
ResponderEliminarTe invito a pasar por mi blog. Feliz semana!
Un cuento misterioso y que al final nos saca una sonrisa. Cuántas veces nos hacemos historias en la cabeza y luego resulta cualquier cosa que no merecía tanta preocupación. Muy bien escrito. Enhorabuena! (Soy Ana Piera te comento como anónimo porque no me deja comentar con mi cuenta normal.)
ResponderEliminarSi, me parece que los Maniquies son seres raros, tambien guardan espiritus como los munecos de un ventrilocuo
ResponderEliminarhappy ending....
ResponderEliminarnice story to read
Tiene el ser humano un gran poder de autosugestión.:9
ResponderEliminarRealmente me encantó, me generaste un gran suspenso, pensando qué ser extraño salía en las noches y me sorprendiste con ese final, casi divertido te diría, felicitaciones, un abrazo, buena semana.
ResponderEliminarPATRICIA F.
Siempre pensando en los demás no olvidamos de lo que ya sabemos, y de nosotros mismos.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Genial relato , a menudo nuestra imaginación no juega malas pasadas. Te mando un beso.
ResponderEliminarhaha it was a manekin! wow:D
ResponderEliminarHola hola!!
ResponderEliminarTe ha quedado genial!
Un besote desde el rincón de mis lecturas 💕
Hola, ya estaba comiéndome las uñas porque en el final podía ocurrir de todo y que sorpresa nos has dado, gracias por compartirlo con nosotros, me ha gustado leerlo.
ResponderEliminarBesos desde Promesas de Amor, nos leemos.
Muy bueno, Mar.
ResponderEliminarMucho miedito para al final reirnos de nuestros propios miedos. 😜
A mí me pasa continuamente, con una prenda olvidada en el perchero, una cortina que se empeña en bailar de noche... terrores domésticos. 😅😂
Felicidades por el relato.
Un abrazo.
Solo quiero compartir esto aquí,
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Gracias una vez más administrador del blog.