Desde el diván
El tiempo es la duración
de las cosas que están sujetas a cambios para determinar las épocas, los
minutos, los días, las horas, los siglos. Cuando la mente no acepta el tiempo,
este se convierte en una espiral de la que es muy difícil escapar o salir. Todo
lo que se empieza es necesario terminarlo, para que los nuevos comienzos no
dejen nada sin finalizar y se pueda avanzar con nuevos proyectos o ideas.
Poder contar aquello que
te trastorna puede ser un arma de doble filo, si el que escucha no habla, y el
que habla no escucha, la espiral continuará girando en torno a una mente
deseosa de querer progresar y descubrir el daño causado. El dolor es guardado
inconscientemente en una parte del cerebro, tan oculta que hasta uno mismo la
puede llegar a olvidar por mucho tiempo.
—Ayer recorrí la calle
principal después de las doce de la noche, a esas horas y con mal tiempo, nunca
encuentras a nadie, toda la calle me pertenece, soy el dueño de cada paso, de
cada rincón, de cada espacio. —Miró, la cortina que cubría la ventana y se
imaginó que aquellas flores eran caras, rostros que conocía a la perfección,
por los que había pasado sus manos en algún momento de ese espacio-tiempo que
siempre giraba y giraba sin dejarle salir. —Frente a una tienda de cosméticos
observé una silueta, antes de que estuviese definida, sabía que era una mujer,
estaba pasmada mirando los perfumes, absorta en todos aquellos frascos. A pesar
de estar muy cerca ni cuenta se dio de que llevaba un rato pegado a su espalda,
fue entonces cuando sin pensarlo le golpeé la cabeza contra el cristal.
—Es una buena historia,
¿Qué pasó luego? —mientras preguntaba realizaba anotaciones en una libreta,
levantando un poco la vista para mirar al diván que, a pesar de la oscuridad de
la sala, podía describir perfectamente aquella triste soledad.
—¿Qué pasó luego? ¿Vaya
pregunta? ¿Usted sabe de sobra, lo que pasó? ¿Esto no puede ser verdad? —su
tono era de enfado, no le gustaba que se riesen de él y mucho menos tener que
hacer aquellas sesiones, con aquel pequeño hombre que parecía creerse más
inteligente que nadie. —Jamás imaginé llegar a esta situación, a tener estas
sesiones disparatadas que, a pesar de los años, nunca llegan a solucionarse, a
terminar con ese dolor que me consume día tras día. Sinceramente, es usted el
mayor problema que tengo.
—Quiero que me lo
cuentes, hablar libera la mente, por eso estás aquí, mi intención es ayudarte,
a sacarte de esa espiral para poder retomar tu vida.
—¿Cuántos años llevo
viniendo y no consigue que salga de esa espiral?, habló y habló y siempre es lo
mismo, opino que usted disfruta con mi historia, considero que está también
perdido en una espiral igual que yo, escuchando siempre lo mismo y sin
resultados que nos ayuden a olvidarnos el uno del otro. Acaso no ve lo triste
de esta sesión, no se da cuenta de lo que sucede, ¿Por qué no puede evitarlo?
—Los problemas de la
mente llevan su tiempo, lo sabes, y mientras no termines la historia, no
podremos avanzar.
—Ayer recorrí la calle
principal después de las doce de la noche…—le interrumpió, dejando de escribir.
—Eso ya me lo contaste,
habías quedado en que le golpeaste la cabeza contra el cristal, sigue a partir
de ahí.
La puerta de la consulta
se abrió, la recepcionista informaba al doctor que su primer paciente del día,
ya había llegado.
Apuesto a que ya mismo será sometido a una sesión de hipnosis.
ResponderEliminarDisfruté mucho leyéndolo, ¡tiene un final impactante! Un abrazo
ResponderEliminarso great story!
ResponderEliminarQuién de los dos más demente? Un abrazo. carlos
ResponderEliminarEl médico/paciente, perfecta dualidad...y mimetismo. Y ese final maravilloso. Me encanta! Un abrazo!!
ResponderEliminarTu historia me viene como anillo al dedo, por alguna razón yo siento que sola puedo ayudarme, no creo en la terapia, pero acepto y entiendo a quién la necesita y le sirve.
ResponderEliminarEs un eterno tema de discusión con amigas, aunque creo que ellas no entienden mi punto de vista.
Me gustó muchísimo tu historia, un abrazo PATRICIA F.
Genial relato el final te impacta te mando un beso.
ResponderEliminarAy ay ay ay... Esta vez vengo a comentar antes de leer, siento justo y necesario que sepas, Mar, lo que me provocas: emoción, incertidumbre con esa prodigiosa imaginación. ¡Qué será está vez!
ResponderEliminarBueno, paso a la lectura. Ahora vuelvo...
*esta
EliminarPues sí, sucede lo mismo. Primera línea, segunda y hasta la última y en suspenso. Caray, era el mismo médico el que estaba en trance! Maravilloso amiga, un abrazo fuerte.
ResponderEliminaras always that you story has surprise at the end....
ResponderEliminarexcellent story to read..... thank you for sharing
Un gran ejemplo de algo que no creo sea poco frecuente en la vida real. Tengo amigos psicólogos que son excelentes en su campo pero incapaces de ayudarse a sí mismos. Supe de un caso terrible de tres psiquiatras que asesinaron a un colega, por envidias, el difunto atendió un tiempo a mi hermana y ella me contó todo, fue terrible. Da escalofríos pensar que te puede tocar una persona atormentada y que se supone que debe ayudarte. También creo que lo puede hacer, una cosa son ellos y sus demonios y otra que toda su experiencia y estudios les sirva para hacer bien su trabajo. Un texto muy interesante, para reflexionar y por supuesto que te deja impactado. Saludos.
ResponderEliminarGenial relato !
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