La mecedora
Una mente perturbada por un
grave suceso ocurrido, queda alterada de por vida con un sufrimiento que solo
lo conoce el que lo padece. El cuerpo lo sabe y la mente lo oculta, hasta que
un día se proyecta la película que por nada del mundo deseas visionar.
Salir a la calle no era tarea
fácil, en especial intentar por todos los medios evitar aquellas zonas que
tanto daño le causaban. Su convencimiento de que estaba enferma, lo asumía, sin
embargo, nunca buscó un diagnóstico profesional. En su interior pensaba que su
mal era una tara, que arrastraría mientras siguiese viva.
El día anterior había tenido
una de esas crisis, mientras esperaba el autobús, escuchó el llanto de un bebé.
Su cuerpo comenzó a balancearse como si estuviese sentada en una mecedora, y
una fuerza incontrolable la meciese de adelante atrás como una posesa.
La gente pasaba por su lado
mirándola con asombro, algunos, y con miedo, otros. No era la primera vez que
esto le sucedía en la calle, incluso en alguna ocasión avisaron a las
autoridades. Siempre decía lo mismo, que era epiléptica, y que se estaba
tratando.
Había días que le costaba
salir de casa, pues en algún momento alguien descubriría su padecer y era
posible que la encerrasen, y no volvería a ver la luz del día. No sentiría los
rayos del sol en su cara, compartiría un espacio cerrado a saber con qué tipo
de personajes.
Echando la vista atrás
intentaba recordar desde cuando padecía esa terrible enfermedad. Los recuerdos
comenzaron a fluir muy nítidos, regresando a la edad de nueve años. Su hermano
recién nacido llegaba a casa en brazos de su madre. Recordaba la felicidad de
su padre, las palabras de su abuela para que se acercase a recibir y darle un
beso al recién llegado.
Como si hubiese regresado a
esa época, escuchaba el llanto taladrando su cabeza, era un niño que lloraba a
todas horas, un bebé que no se consolaba con nada ni con nadie, solo cuando su
madre lo cogía en brazos parecía que se tranquilizaba.
Una noche se despertó
escuchando aquellos terribles llantos, todos dormían, se acercó a la cuna e
intentó calmarlo, lo mejor que pudo, hasta que dejó de llorar para siempre.
Se me ha erizado la piel. Pensé que con ese padecimiento, como a tantos sucede por allí, tenía suficiente
ResponderEliminarPero llegó el final inesperado. Estupendo Mar! Un fuerte abrazo.
La clase de madre, expeditiva, que todo bebé llorón debería tener.
ResponderEliminarMar, final de infarto!!! 👏👏👏👏 Feliz finde y un fuerte abrazo!
ResponderEliminarDa un poco de terror pensar que pudo haber sido del bebé, pero pienso que el desenlace está en la imaginación del lector. Yo me reservo mi pensamiento. Eres increíble, gracias por escribir.
ResponderEliminarMuy bueno, primero pensé en una clase de padecimiento, nunca me imaginé cuál podía ser realmente, final sorprendente y aterrador, felicitaciones, me gustó, PATRICIA F.
ResponderEliminarBuen relato, el final me sorprendió. Te mando un beso.
ResponderEliminarTremendo.
ResponderEliminarSAludos.
Es la primera vez que te leo
ResponderEliminarvolveré
ResponderEliminarMe ha gustado tu tipo de naraciòn que en el caso del suspenso y el terror siempre suele ser sorprendente. Gracias.
ResponderEliminarquite scary story, but love to read it....
ResponderEliminarthank you for sharing.
Great article. Have a nice weekend
ResponderEliminarHola, hola, definitivamente me encantó, me gusta cuando algo suele asustar y dar suspenso, creo que lo hiciste genial, saludos desde kiwybooks!
ResponderEliminarIt took my breath away ...
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarMe ha encantado y la imagen no me ha podido parecer más acertada.
Un abrazo
Lo único peor que el silencio interrumpido es el dolor que queda cuando se recupera ese mismo silencio que se creía perdido.
ResponderEliminarSaludos,
J.
wow this was really good!
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