El discurso predeterminado

 

El discurso predeterminado

“El mundo está perdido, las personas naufragan en sus propias miserias, las familias pierden su status, las religiones decaen en la tristeza de ver a sus adeptos confundirse con la soberbia.

Lo conocido se evade por el desconocimiento, la historia se modifica dependiendo de la moda, las noticias sobre catástrofes se emiten con sonrisas, especulando con esa tiña de mezquindad en busca del porcentaje de ese momento.

El mensaje para esta humanidad corrompida por un poder ficticio, por una opulencia etérea, es recapacitar, ver las situaciones tal como son, sin filtros, atajar los problemas con valentía, despejar la mente de banalidades que no llevan a ninguna parte.

La recomendación para esta sociedad es vivir y dejar vivir, permanecer unidos en paz y concordia, simplemente porque la unión nos hará más fuertes e invencibles.

La solución está en cada uno de los que habitamos esta tierra, en no dejarnos influir por marcas o personas sin valores que divulgan un mensaje hipócrita.

Las medidas más acertadas son aquellas que luchan con la verdad, con la paz, con la franqueza, buscando el bienestar de todo ser vivo”

Manuel, apoyado en la puerta, pensaba que todo aquello que decía era muy cierto, verdades como casas, salían de la boca de un hombre encerrado en su mente, donde no permitía a nadie entrar, porque alguien había decidido que no era apto para la convivencia.

—¡Vamos Moisés!, es hora de tomar las pastillas, apaga la luz y a dormir.

Las paredes acolchadas brillaban con la poca luz que entraba por una pequeña ventana con rejas. La puerta se cerró y Moisés cayó rendido en un profundo sueño, tras haber ingerido las cuatro pastillas que lo calmaban hasta el día siguiente.

Manuel revisaba el resto de habitaciones, asegurando que todos permanecían en sus camas, recapacitando sobre el discurso y preguntándose por qué aquel hombre estaba encerrado.