La sombra del perfume

 

La sombra del perfume

Despertar sobresaltada varias veces en la noche, le causaba estar irritada durante todo el día. Siempre había sido de las que caían rendidas en un sueño profundo, tan pronto su cabeza tocaba la almohada. Sin embargo, desde hacía varias semanas algo le pasaba a su cuerpo o a su mente, que durante la noche se despertaba cinco o seis veces y en todas ellas, le llegaba un perfume agradable, que poco a poco se iba convirtiendo en un olor nauseabundo, como a huevos podridos.

Ni tan siquiera la ingesta de fármacos le ayudaba a conciliar el sueño, en esas largas noches. No era mucho el tiempo que estaba despierta; y daba gracias por ello; pues aquel perfume era lo más horroroso que había olido en su vida.

Esa noche haría un experimento, necesitaba volver a su sueño reparador, a descansar toda la noche sin sobresaltos, puesto que el día se le hacía eterno, largo, tedioso y su mal humor comenzaba a pasarle factura, con sus más allegados.

Colocó una cámara de video, grabando de cerca su cara y así descubrir que era lo que pasaba.

Llegó la noche y se acostó como siempre, le dio al Play, y deseó que llegase la mañana para revisar la grabación.

A lo largo del sueño se despertó cinco veces, primero aquel perfume maravilloso y luego, el olor desagradable hasta el punto de producirle arcadas.

Se preparó un buen café, se sentó en el sofá y colocó la grabación al televisor para poder verla en pantalla grande.

Se dio cuenta de que roncaba, no demasiado alto, aunque le resultó extraño, pues nunca nadie le había dicho nada. También descubrió que hablaba en sueños, palabras sueltas o frases entrecortadas, que no querían decir nada, pero eso la asustó algo más que el roncar.

Observó el primer despertar, abría los ojos y miraba a todos los lados, en el momento de sufrir arcadas una sombra negra salía de su boca. Era la silueta de una mujer, llegaba a tener medio cuerpo fuera y, retrocedía justo en el momento en el que se volvía a dormir.

Apartó la vista de la pantalla, no daba crédito a lo que estaba viendo, aquello no podía ser real. Se tocó por todas partes, intentando desesperadamente notar algo en su interior.

Las tres veces siguientes la misma situación, estaba entrando en pánico, no sabía lo que era aquello, ni lo que hacía dentro de su cuerpo, cuando había entrado y para qué. Aquellos ojos enrojecidos la miraban a través del televisor, con una mezcla de desesperación y odio.

En el quinto desvelo, una boca negra sin fondo grito:

—¡No te duermas, o no podré salir nunca!