Solo una noche más

 

Solo una noche más

Encogida bajo el cobertor, se revolvía al tiempo que suspiraba y unas lágrimas corrían por su cara, formando un pequeño charco bajo la barbilla. Intentaba aprovechar el calor del hombre que, durante un año lo había sido todo en su vida.

A su mente llegaba el recuerdo de una lectura, que aquel momento le había producido una leve sonrisa, pues estaba segura de que jamás moriría de amor por nadie. Sin embargo, en aquel preciso instante ya no estaba tan convencida, notaba que su cuerpo se apagaba con tanto dolor. Pensaba que posiblemente el destino, que a veces era irónico, te hacía caer en aquello que decías que jamás sucedería o harías.

Siempre sensata con la cabeza sobre los hombros, sí, había amado y sentido el amor, no obstante, esta vez el amor se había apoderado de todo su ser. No le permitía reflexionar, únicamente sentir en cada fibra de su piel todos aquellos sentimientos que por primera vez en su vida eran únicos, especiales, sinceros y lo más triste, matadores.

En su propia carne descubría que se podía morir de amor, que la vida era insignificante si ese amor no era correspondido, que nada importaba si él ya no estaba a su lado.

Solo una noche más había sido lo único que pudo responder al abandono, unas horas regaladas después de un año de entrega en cuerpo y alma. Unos minutos para poder asimilar que solamente ella sentía todas aquellas emociones que la invadían, y no la dejaban razonar. Un tiempo para quedarse agarrada a la esencia del que ya no volvería a estar a su lado.

Él, sintió aquellas lágrimas y la abrazó fuertemente contra su cuerpo, le dolía hacerle daño, sufría por no poder continuar, por no sentir lo mismo, por no poder darle todo ese amor que se merecía.

Ella, notó como los dos corazones se unían, latiendo al mismo tiempo, abrió los ojos y se dio la vuelta para ponerse cara a cara con aquellos ojos que un día la habían mirado enamorado. Ahora veía cariño, sentimiento de culpa, pero faltaba aquel brillo que durante meses reflejaban pasión cuando la miraba.

Solo una noche fuera su petición y él se la regaló, una noche abrazados, sin decir nada, no hacía falta, ella sabía lo que pasaría después de esa última velada y, él saldría de aquella habitación maldiciendo que sus emociones se enfriasen, que dejase de sentirse enamorado, que la pasión desapareciese.

Un beso en la mejilla y un perdón antes de cerrar aquella puerta para siempre, una mujer destrozada miraba al vacío intentando aprovechar el calor dejado, que sabía que se iría tan fugaz como aquella última noche.