Diez minutos de amistad
La lluvia estaba
remitiendo y algunas nubes desaparecían para dejar paso al azul del cielo y, a
algún rayo del sol que intentaba colarse, sobre el mar se podía ver el arco
iris en todo su esplendor. Sentado en un balado intentaba tomar aire, había
corrido varios kilómetros y necesitaba ese descanso para poder regresar a casa.
—Parece que te estás
divirtiendo —la voz salía de detrás de unos matorrales —te he visto llegar sin
aire.
—¡Vaya!, me has asustado,
no esperaba ver a nadie a estas horas de la tarde. ¿También has salido a
correr?
—No, no tengo nada por lo
que correr, no me siento animado, al contrario, cada día me encuentro más
cansado.
Se miraron por unos
segundos y pudo comprobar que ya era mayor, estaba muy delgado y en su mirada
solo observó tristeza.
—¿No tienes casa, ni
familia?
—No tengo nada, aquí me
dejaron y aquí llevo varios días, tengo la esperanza de que volverán.
—Pues te vienes conmigo,
en mi casa hay mucho sitio, no creo que nadie ponga impedimentos para que te
quedes unos días, y puedas recuperar fuerzas. ¿Qué te parece?
Por un momento sintió un
poco de alivio, encontrarse con alguien así no era habitual, sin embargo, su
instinto le decía que tenía que quedarse allí, en el mismo punto donde lo
dejaran, estaba seguro de que, si volvían, lo harían a ese lugar.
—No lo pienses tanto,
necesitas comer algo y un sitio caliente para recuperar fuerzas. ¿Vamos,
anímate?
—Muchas gracias por tu
generosidad, pero no puedo, algo me dice que es aquí donde tengo que estar. ¿Lo
entiendes?
—Claro que lo entiendo,
pero puedes venir, comer algo y luego volver.
No hubo manera de
convencerle. Se despidieron y corrió de nuevo hacia casa. Al día siguiente
salió en busca de su nuevo amigo, le llevaba algo de comida, lo había visto muy
hambriento y con poca salud.
Los cuervos revoloteaban
por la zona, sabía que algo malo pasaba, su amigo no había resistido a la
noche, maldecía a la familia que lo había abandonado, y se culpaba de no haberle
podido convencer para que lo acompañase a su casa.
Espantó a los pájaros,
necesitaba un momento. Se sentó sobre sus patas traseras, estiró su cuerpo
apoyando el hocico en el suelo y cerró los ojos.
Con tristeza corrió de
nuevo a casa, su familia lo quería desde que era un cachorro.
Genial historia. Uy llore pobre perrito, te mando un beso.
ResponderEliminarUyyyy mi vida! Es una extraordinaria amistad la de un perrito. Y esto es una cachetada de la vida, porque los seres humanos abandonan tanto a los animales como a los parientes. Aquí, una lección de amor. Gracias Mar! Abrazossss!
ResponderEliminarEllos nunca nos abandonarían así de sencillo, algunos seres humanos son lo peor en todos los sentidos.
ResponderEliminarBesines utópicos.-
Un relato muy dulce y a pesar del desenlace resulta tierno. Como es tu sello, es hasta el final que se revela a quién verdaderamente le está pasando todo. El abandono animal una cosa terrible. Te dejo un abrazo, me gustó mucho.
ResponderEliminarAlgunas de esas personas que jamás abandonarían a sus perros y gatos, aplauden la barbarie de las corridas de toros. Qué criatura más contradictoria, el humano.
ResponderEliminarDevemos cuidar e amar nossos animais.
ResponderEliminarDevemos entender que eles nos amam de verdade.
Tenho animal de estimação e amo muito.
Beijinhos e boa tarde.
Pocas amistades mejores que las de los humanos y los perros ♥ Pasa un buen día
ResponderEliminarUn texto aleccionante. Saludos. Carlos
ResponderEliminarEmocionada he leído el relato. Los animales son geniales, tenemos mucho que aprender y comprender de ellos. Saludos.
ResponderEliminarMadre mía, se me ha partido el corazón. ¡Buen trabajo! Una muy buena manera de concienciar a la gente a no abandonar a los animales, sean perros o gatos. Genialidad. Un saludo y buen finde.
ResponderEliminarHermosa y triste historia, no puedo entender a esos seres ¿"humanos"? que abandonan a su suerte a un animalito, me parte el alma el pensar en cuánto sufren; muy buen trabajo me emocionó realmente. Un abrazo Patricia F.
ResponderEliminarCuando creía que esta vez no me sorprenderías, porque ya imaginaba por el comportamiento que quien estaba detrás del seto era un perro...¡zas! en la última línea me descolocas porque no era un humano quien lo había intentado convencer,bss!
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