Sueño o realidad

 

Sueño o realidad

La tenue penumbra dejaba observar algunos objetos de la estancia, como un cuadro de una mente pensativa, unas velas aromáticas tintineaban alumbrando una mesa donde se apilaban varios libros, una figura de una mano abierta sosteniendo el mundo, un ramo de flores secas sobre un aparador que aparentaba ser del siglo pasado. 

El diván era confortable, intentó acomodarse sin conseguirlo, no se sentía preparada para relajarse completamente, no se acostumbraba a la mirada del desconocido, a pesar de llevar un mes visitándolo.

Estaba sentado en una silla de piel marrón, con una libreta en la mano en la cual garabateaba o escribía. Era un hombre de más de sesenta años, con una mirada amable y una seriedad estudiada.

—¿Por dónde empiezo, Doctor?, si, ya me sé la práctica, primero me pongo cómoda, luego dejo que mi cuerpo se relaje y de esa forma mi mente me llevará a esos momentos que me atormentan.

Se recostó más en el diván, apoyó la cabeza y cerró los ojos, se estaba encontrando bien, la música de fondo ayudaba a relajarse.

—Necesito descubrir si todo es un sueño o una realidad. Me cuesta diferenciar entre lo verdadero y lo imaginado —no quería abrir los ojos, ni mirar al doctor, ahora que había empezado continuaría —vivo en una hermosa casa, muy grande, con muchas habitaciones, el jardín es un paraíso, una parte abierta y la otra cerrada con cristaleras. Huelo la fragancia de las flores que un día planté, a lo lejos se divisa el mar, hay días que dependiendo del viento puedo oler su aroma a sal.

Necesitó unos segundos, aquella sensación la estaba percibiendo en esos momentos, le llegaba el aroma de las flores y del mar.

—Hay una habitación en la que no puedo entrar, paso por delante mil veces e intento abrir la puerta, pero nunca llego a conseguirlo, algo me paraliza, un terror que no sé describir no deja que llegue a tocar la manilla. Miro por la ventana y veo a mi abuela sentada en el jardín de la cristalera, decido acompañarla, pues pasa muchas horas sola, charlamos un rato mientras observamos como la tarde se va oscureciendo.

Estaba tan concentrada y relajada que incluso podía escuchar el roce del bolígrafo contra el papel, se sentía feliz con ese doctor, había conocido a varios, algunos charlatanes, otros no sabían diferenciar entre sueños o realidades. Al menos este escuchaba con atención y tomaba notas, algo que ningún otro había hecho.

—Tan pronto se cierra la tarde, ya no recuerdo nada, simplemente me despierto en mi cama. Comienza otro día y pasan cosas nuevas, pero todos los días intentó abrir aquella puerta y no puedo. Sé que es una casa demasiado grande para dos personas, mi abuela es mayor y la pobre tiene dificultades para moverse, la mayor parte del tiempo la pasa en el jardín. Las dos vivimos bien, pero llevo tres meses que no sé cómo termina mi día, no soy capaz de descubrir dónde empieza mi realidad o donde termina mi sueño.

Escuchó la campanilla de la puerta de entrada, la hora había terminado, otro cliente esperaba.

—¡Gracias doctor, hasta otro día!

Esa noche las noticias anunciaban que se habían encontrado los cadáveres de dos mujeres en una casa de las afueras, llevaban al menos tres meses muertas, habían fallecido de forma natural, una en su habitación y la otra de más edad sentada en el jardín.