El ojo del faro
En un pequeño islote se levantaba un faro que en un principio se había construido para dar vida a aquel pequeño pueblo de pescadores, dar luz a los que salían a pescar de madrugada y regresaban de noche.
En medio del yermo islote resurgía sobre la niebla la cúpula del faro, un ojo ciego, una linterna que nunca consiguió brillar, el ojo giraba y giraba a oscuras.
Con el paso de los años
se fue forjando una leyenda en torno a aquella pequeña isla que consideraban maldita.
La leyenda cuenta que dos
jóvenes enamorados quisieron alejarse de las habladurías y montados en una
pequeña barca navegaron hasta el faro una noche estrellada. Los dos bajaron del
bote sonriendo felices, sabiendo que descubrirían el amor bajo aquella mole de
piedra.
Nadie puede saber las
horas que estuvieron en el islote hasta que al día siguiente el cuerpo sin vida
del joven aparecía en la playa bajo el asombro de los aldeanos. Les costaba
reconocer su cara, estaba desfigurada como si diversos animales se hubiesen
puesto de acuerdo para acabar con el aniñado rostro, ninguna otra parte del
cuerpo tenía heridas y eso hacía que todos mirasen hacía aquella torre sabiendo
que fuera la culpable. Se preguntaban que habría sido de la joven, que
tormentos estaría pasando o si aparecería también arrastrada por la marea.
Esa noche el faro iluminó
a toda la aldea, giraba con su potente foco iluminando el mar y el pueblo, el
pueblo y el mar, en cada vuelta que daba todos los habitantes que habían salido
de sus casas; asustados por aquel misterio; podían ver a la joven entre cada
destello, su cuerpo desnudo y sin vida había resucitado aquel faro, que tras
unas horas se apagó de nuevo.
Nadie volvió a visitar la
isla, nadie lo miraba cuando salía de casa, los pescadores cambiaban su rumbo
para no pasar cerca.
Habían pasado doscientos
años desde aquella única vez que por unas horas estuvo iluminado, la leyenda
pasaba de padres a hijos, por el momento ningún otro se atrevió a ir al islote.
Lo sabían porque aquel ojo no se había vuelto a iluminar.
Muy bueno, aunque creo que el asesino aún anda rondando aquel faro y hasta el mismo pueblo.
ResponderEliminarQué miedo! Imagino un ser extraño, quizá de varias cabezas, algo en verdad maligno fue quien hizo esa atrocidad. Gracias nuevamente Mar!
ResponderEliminarDado el peso de la leyenda, ningún electricista se atreverá a revisar la instalación.
ResponderEliminarMuy bueno amiga saludos 🤗
ResponderEliminarBuen relato da un poco de miedo . Te mando un beso
ResponderEliminarUn faro que se convierte en testigo mudo del misterio.
ResponderEliminarMe gustó tu relato.
Un abrazo.
Pura maravilla, adoro tu estilo ❤
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarExcelente relato, me ha encantado el miedo que inspira.
Un abrazo
Como para acercarse al islote está la cosa, mejor quedarse en tierra firme y contarlo que ir a la aventura y no volver. Está claro que lo de la curiosidad mató al gato es un dicho que no surgió de la nada...bss!
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