El patio de atrás
El hogar debería ser ese
lugar sagrado donde nadie que no fuese invitado pudiese entrar. Estancias para
el placer de sus inquilinos, para el disfrute de aquellos que comparten esas
cuatro paredes, una zona para el deleite y la calma de los que lo habitan. Un
hogar debería ser lo más preciado para la salud y la vida de una persona.
Más de sesenta años
llevaba recorriendo aquellas habitaciones que en algún momento de la vida habían
estado ocupadas, un pasillo donde se escucharon risas, llantos, gritos de
aquellos niños que correteaban y que poco a poco según iban creciendo
abandonaban la casa que les viera crecer. Años creando un hogar lleno de
energía y fuerza que con el paso del tiempo se llenó de recuerdos.
Llevaba veinte años sola
cuidando la vivienda que con mucho esfuerzo lograra adquirir. Una casa pequeña
con un patio trasero donde se sentaba cada atardecer de verano para escuchar
los pájaros, con la vista perdida en algún punto de aquel pequeño cuadrado, en
invierno miraba desde el salón como la lluvia rebotaba en el terrazo y como el
viento agitaba sus plantas, en primavera y otoño arreglaba su jardín
aprovechando la buena temperatura con la necesidad de llenarse de aire puro.
No se dio cuenta del
intruso hasta que lo tuvo encima, había saltado la valla levantada hacía unos
años para ahuyentar al amigo de lo ajeno, con esa muralla perdía el poder ver
más allá, sin embargo, había antepuesto su seguridad a la libertad.
Se miraron durante unos
segundos hasta que la empujó con tanta fuerza que cayó al suelo golpeando su
cabeza contra el macetero de barro donde tenía plantadas unas siemprevivas.
Notaba la sangre correr por su cara, pudo mirar hacía la valla preguntándole
por qué no la había protegido, presenció como en el interior revolvía cajones
donde el tiempo quedaba plasmado con cada objeto y prenda allí guardados, escuchó
como se rompían aquellas figuras colocadas con delicadeza sobre el aparador, retumbaban
los pasos del hombre caminando apresurado por toda la casa pisando aquel suelo
de los recuerdos, abriendo las puertas de la memoria, simplemente para llevarse joyas de poco valor
y alguna calderilla que iba acumulando en un tarro de cristal.
Le dio tiempo a ver como
pasaba por delante de ella sin mirarla y como se perdía tras la valla.
En el patio de atrás al
lado de las siemprevivas cerró los ojos maldiciendo a aquel que había profanado
su hogar y su vida.
Una historia maravillosamente escrita que nos toca el corazón. Me gustó mucho, besos
ResponderEliminarSiempre digo que la valla debe estar electrificada.
ResponderEliminarExcelente historia excelente la narración, sin duda siempre te superas q ti misma Mar! Abrazos 🌹
ResponderEliminarUna historia entrañable. Como siempre un placer pasarme por tu blog y leerte. Un beso y feliz finde 💖💖💖
ResponderEliminarMe encanta tu blog! Una historia atrapante.
ResponderEliminarSaludos, Alasco.
¡Hola!
ResponderEliminarOtras, que historia tan triste, pero por desgracia, ¿cuántas personas habrán pasado por algo similar?
Vivimos en un mundo donde lo ajeno resulta altamente atractivo para unos cuantos que con su sangre fría, no les importa acabar con los sueños e inclusive con la vida de los que se les cruzan por el camino.
Aunque confieso que no me ha gustado el final, por la tristeza de la historia, admito que es un relato excelente.
Haces magia con las palabras.
Besotes
Hola guapa
ResponderEliminarEste texto me ha dejado con una sensación de rabia e impotencia muy grande...
Porque si, la primera frase es muy cierta, así debería ser el hogar y es realmente horrible que lo mancillen así!
un besazo
Me ha encantado la historia y con el que algunas personas se pueden sentir identificadas, sin duda como la primera frase, así debería ser un hogar, una pena el triste final. A seguir escribiendo, una historia que atrapa.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. A veces, levantamos vayas para protegernos y no sirven para nada. La maldad no la detiene un muro como es el caso en esta historia. Para reflexionar, sin duda.
ResponderEliminarHola, esta historia confieso que me ha encantado, aunque es muy triste la verdad, pero atrapante y sobre todo enseña valiosas lecciones, la verdad, como el hecho de que a veces nos ponemos barreras inútiles, que solo nos dificultan el camino.
ResponderEliminarEn tu casa, solamente tú y tu familia entendéis el valor real que tienen las cosas, hasta una "baratija" puede ser lo más querido por cualquiera. Sin embargo ojos ajenos no lo saben apreciar y mucho menos si como en este caso no son invitados...pobre señora,bss!
ResponderEliminarUn post precioso. Nuestras casas y hogares se convierten, con el paso de los años, en vivencias, recuerdos, experiencias y en parte esencial de nuestra vida y crecimiento. Mantenerlas decoradas y llenas de vida también nos ayudará con nuestro bienestar.
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