Corazón

 El tiempo del corazón

Un corazón roto palpita tan rápido que desemboca en una fatiga que unida a la desesperación produce un dolor constante del que se cree que uno nunca va a salir. Así es el corazón, aunque su función simplemente sea mantenernos con vida, cuando se rompe sentimos que esa vida se escapa, que la grieta que deja abierta desparrama todo nuestro aliento, nuestra vitalidad, el afán de continuar es mínimo y lo único que se desea es dejar de sufrir.

Que la grieta se cierre es cuestión de tiempo, el cual parece tan lejano que al cerrar los ojos los momentos vividos aparecen para no dejar que la fisura se cure, por el contrario, da la impresión que se hace más grande imaginando que de un momento a otro el dolor se hará insoportable, que por mucho tiempo que pase jamás se cerrará.

Sin embargo, el tiempo es sabio, es ese espacio que llega lentamente, en momentos, esos instantes felices pasan tan rápido que casi no los sentimos. Lento o rápido está ahí para curar, para cerrar esa brecha abierta en un corazón roto por el amor, sentimiento hermoso, vivo, especial que todo el mundo en algún momento de su vida sintió, siente o sentirá.

A pesar de tener nuestro dolor en la mente, en cada fibra de la piel, solo pensamos en el corazón, en ese órgano latiente que destapa las penas, las tristezas, las alegrías, esa sangre en continuo movimiento que a veces da la impresión que se para o que sigue en pausa su curso, causando ese padecimiento que para algunos dura más tiempo del preciso o del necesario.

El tiempo es reconocido por su especial forma de tratarnos, de mimarnos, de curarnos, capaz de dejar un recuerdo que fue bonito en su momento y experto en mitigar el dolor.

El tiempo hermano del corazón le permite sanar para volver a amar como si fuera la primera vez, con la ventaja de haber aprendido que el amor puede traer dolor y viceversa.