Abrazos Extraños
Vidas que caminan por el
mundo sin saber el destino, simplemente subsistiendo con abrazos de extraños,
existencia inmersa en un caos constante, respirar sin la seguridad de un
mañana, largos años aparentando amor, tardes y noches enteras creando el arte
de amar. No hay nada que reprochar cuando uno elige su profesión, nada que
lamentar cuando se es joven y todo parece que nunca va a cambiar, sin pensar en
nada. Ese fue el trabajo elegido, hacer creer a otros que eran buenos amantes,
haciendo que su cuerpo se doblegase ante el éxtasis de unos brazos
desconocidos, de sus caricias, de sus movimientos eufóricos. Conseguir que un
extraño llegase a su casa satisfecho de haber hecho un buen trabajo era todo un
arte que pocos podían lograr.
Comenzar la tarde con las
extrañas visitas, dedicarles todo el tiempo que precisasen bajo el coste
marcado, hacerles soñar que eran únicos, que nunca nadie había conseguido el
final feliz, les producía una sensación que se reflejaba en su actitud y
dejaban el coste del trabajo y una buena propina sobre la mesa camilla. Miraban
satisfechos el cuerpo que reposaba sobre la cama, opinando que habían sido los
mejores amantes; cuando aquel cuerpo no sentía nada, no respondía ante aquellos
extraños abrazos, acalorados besos, palabras entrecortadas.
El papel estaba
aprendido, siempre las mismas frases, las mismas respuestas, los mismos
movimientos, la misma mirada. Sin duda un arte que había que pagar y se pagaba.
Todo eso con un cuerpo
esbelto, una cara perfecta, unas manos rápidas, unos labios sensuales, sin
saber que el material utilizado para el trabajo se deterioraba, el cuerpo se
arrugaba, la cara precisaba capas y capas de maquillaje, las manos ya no eran
tan ágiles, se agarrotaban, los labios habían perdido toda aquella sensualidad.
En esos momentos se daba cuenta de que no era una buena profesión, que, aunque
el arte estaba ahí, nadie lo reclamaba. Sin previsión ninguna, porque cuando se
es joven uno come el mundo, y cuando llega la vejez, el mundo se lo como a uno
por no haber previsto que los cuerpos viejos también desayunan, comen, cenan y
duermen.
Sentada en una esquina,
estiraba su mano artrítica para recibir alguna moneda de aquellos que en algún
momento conocieran su arte, algunos dejaban la moneda disimuladamente, otros
pasaban de largo, asqueados de la vieja harapienta. Varios años en la misma
esquina descubriendo que eran ellas las que más limosna dejaban en la lata, en
sus ojos se notaba lo que pensaban, sin embargo, no les importaba y ayudaban a
aquella que un día se había desnudado para ellos.
Más hubiera valido que se hubiera dedicado al narcotráfico y morir de vieja en la cárcel o en la abundancia.
ResponderEliminarAyyyyyy! Estrujante. Al final dentro de un cuerpo artrítico hay un alma que ahora paga el terrible precio. Cuánto dolor.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarCreo que es uno de los relatos más profundos que he leído en los últimos tiempos.
Todos, vemos la prostitución como algo casi prohibido, algo lascivo, frío ... pero no nos paramos a pensar muchas veces en ellas. Esas mujeres que venden su cuerpo, que proporcionan ese arte a desconocidos, que se desnudan para ellos y que a la vez, o esa es mi reflexión, se van rompiendo en pedazos.
Juzgarlas es fácil, hablo de las que supuestamente lo hacen porque quieren, pero todas tienen su historia y creo que la sociedad en general debería ofrecerles el respeto que se merecen. Porque en el fondo, todos de un modo u otro, nos prostituimos.
Como siempre, un placer leerte.
Besotes
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha encantado, me parece que tiene una sensibilidad preciosa y que nos transporta. El final ha sido wow. Muchas gracias por compartirlo con nosotros.
Un besote!! ^,^!!
ELEB
Precioso relato, me ha encantado. Como todos los que he leido tuyos me transmiten mucha sensibilidad. Gracias por compartilo. Saludos
ResponderEliminarParece que se extiende a todas las profesiones eso de que a partir de cierta edad cuesta encontrar trabajo. Cuando se es joven hay que pensar con cabeza y no dilapidar las ganancias, para no depender de la compasión de otros para subsistir,bss!
ResponderEliminarGenial escrito como ya nos tienes acostumbradas, nada dura eternamente y menos en algunos trabajos..la belleza es efímera y el paso del tiempo no podemos detenerlo. Un triste final para una dura vida no mucho más alegre..
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarprecioso y terrible a la vez; el paso del tiempo es inexorable al igual que sus daños y deterioros y siempre habrá alguna más joven y bella que haga lo mismo, sobre todo cuando el aspecto y la apariencia son tan importantes.
Besos!
Wau, me encanta la forma como es narrado. En mi país hablar del tema muchas veces es como un tabú por la problemática que lo rige, pero de esta forma nos transporta y nos hace pensar y reflexionar mucho.
ResponderEliminarQue dura puede ser la vejez, el tiempo no perdona cuando uno es joven casi nunca piensa en la vejez, ojalá no llegar si uno va a terminar así.
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarQue duro trabajar desde bien joven para no tener una vejez digna, sea de la profesión que sea, muy triste pero la realidad que vemos casi a diario. Muy bonito relato.
Un beso.
Pues si que me ha llegado la historia de por si a la mente, es como si estuviera viviéndolo con vosotros. La verdad que muy poca gente piensa en la vejez y cuando llegan allí no se sabe que hacer. Genial la reflexión. Un beso muy grande.
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