El autobús de las seis
Todavía no amanecía, la
calle estaba desierta, solo de vez en cuando algún que otro coche pasaba a toda
velocidad disfrutando de la vía totalmente vacía. Desde la parada observó cómo
se acercaba el autobús que todos los días a la misma hora cogía para ir a
trabajar. Conocía a todos los que viajaban, pues la mayor parte de los días
eran siempre los mismos, a pesar de llevar la boca cubierta podía descubrir
quién era cada uno de ellos, siempre ocupaban los mismos asientos.
El conductor, un hombre
de unos cincuenta años al que nunca jamás había visto de pie, por la postura
parecía alto. Detrás de él se sentaba una mujer más o menos de la misma edad,
con la que siempre mantenía una conversación en tono muy bajo, para que los
demás ocupantes no escuchasen, por momentos se miraban de forma picarona a
través del retrovisor, estaba segura de que tenían algún lío. Cuando no se
llevaba la boca tapada, la mujer siempre iba maquillada con los labios de color
rojo oscuro, podría jurar que en esos momentos los llevaba pintados del mismo
color.
Dos asientos más atrás,
una pareja que los meses anteriores iban cogidos de la mano, ahora llevaban
unas semanas que cada uno iba a lo suyo, ella con la mirada perdida y el atento
a su teléfono, como si esperase algún mensaje.
Detrás de la pareja se
sentaba una mujer que siempre iba cargada de bolsas, las ataba con un nudo y
parecía ropa lo que allí llevaba, nunca respondía a los buenos días de los
pasajeros que subían, siempre miraba a la frente agarrada al asa del asiento.
En la parte trasera, una
joven que llevaba meses con el mismo libro, se sentaba, lo abría y nunca se le
vio pasar una hoja, sin embargo, su vista estaba clavada en aquellas páginas
durante todo el viaje. Solo cuando alguien entraba respondía al saludo.
Entre aquellos pocos pasajeros
tendría que haber por lo menos una amistad, eran años haciendo el mismo viaje.
Una vez ocupado mi asiento, me imaginaba lo que pensarían de mí, me creerían
una estirada o simplemente una pobre trabajadora. Al llegar a la estación todos
abandonaban el autobús y cada uno seguía su camino, hasta la vuelta que
coincidíamos otra vez los mismos, excepto la pareja de la joven que nunca más
regreso con ella.
El viaje de vuelta nunca
terminó, en un despiste del conductor mientras miraba a la mujer de los labios
rojos, se salió de la carretera. Cuando se dio cuenta no podía dominar aquel
gran autobús que se deslizó ladera abajo y, todos quedamos unidos por un
desastre. Nunca más volveríamos a subir al autobús de las seis.
Hola! En realidad es duro el microrrelato. La vida se puede ir en un segundo sin necesidad de enfermedades ni nada. Eso es así. Por eso hay que vivir cada minuto como si fuera el último. Lo que has escrito nos ha de hacer reflexionar.
ResponderEliminarHola. Mientras leía estaba esperado ese final impactante, y así ha ocurrido, pero más intenso y sorprendente. Muy bien narrado, con detalle. Lo que esconde este relato es toda una realidad, vivimos en nuestro mucho y no apreciamos las vidas que tenemos a nuestro alrededor. El final también tiene su mensaje. Las distracciones son peligrosas. Te felicito, me encanta leerte. Besos.
ResponderEliminartan crudo como real, la verdad es que es bastante intenso pero aún y asi me gusta debemos ser conscientes que hay viajes que no son de vuelta y que los despistes por efímeros que sean se pagan, algunos de forma muy cara, la verdad es que debemos recordarlo. Vivir y valorar lo que tenemos
ResponderEliminarEs bastante intenso y reflejas lo que puede pasarnos en un microsegundo. Me ha gustado bastante. Me gusta tu forma de escribir.
ResponderEliminarHaces reflexionar sobre 2 temas muy comunes en los autobuses: si sigues una rutina, coincides con las mismas personas, pero solo observas, no hay relación más allá de saludar. Y luego, que el cartel de "no hablar con el conductor" está para algo, bss!
ResponderEliminarWAU que gran detallista, yo la verdad soy un poco despistada en ese sentido, pero me encanto el relato, cual libro interesante, así me sentí... una forma de relatar muy buena que engancha.
ResponderEliminarQue poderoso relato. Me atrapaste totalmente. Saludos.
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