El adoquín millonario
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Hace muchos años vivía un
brujo, que además de disponer de unos grandes poderes, era un avaro y un
solitario. Durante años utilizaba su brujería para acumular oro y plata, los
cuales robaba a todo aquel que se cruzaba en su camino. Era tan bueno en su trabajo
que nadie echaba en falta aquello que le sustraía, los dejaba embrujados de tal
forma que nunca se acordaban de lo que en algún momento habían poseído.
Su castillo hechizado,
construido en lo alto de una montaña, estaba rodeado de grandes árboles y no necesitaba
ningún tipo de protección, pues los viandantes solo podían ver una chabola
destartalada. Sus embrujos eran poderosos, podía hacer ver a la gente lo que él
quisiese, por eso nadie se acercaba a su palacio, nadie quería estar cerca de
aquellas cuatro tablas, que daban cobijo a un viejo malhumorado.
Estaba tan obsesionado
con su riqueza que, no se dio cuenta de que los años pasaban y algún día
moriría. No tenía familia, ni descendencia a quien dejarles todo aquel oro que
ocupaba tanto como la montaña.
Vestido con sedas
naturales y botas forradas de oro, bajó al pueblo, los demás lo veían como un
pordiosero, con ropas viejas y sucias. Caminaba por entre la gente sabiendo lo
que pensaban de él, eso era lo que quería, pasar inadvertido, que nadie supiese
lo pudiente que era.
En la plaza del pueblo se
levantaba una iglesia, delante una explanada cubierta de adoquines. El brujo se
colocó justo en el centro sobre uno de los adoquines, formuló una serie de
palabras, en un lenguaje que nadie conocía, con la intención de que, a su
muerte, todo aquel que permaneciese más de un minuto allí de pie, al día
siguiente sería rico, y así hasta que todo su capital se terminase.
Durante siglos se suponía
que la montaña de oro continuaba en ese mismo lugar, nadie podía verla, nadie
sabía que estaba allí, al igual que el palacio. Posiblemente, hubo muchos
millonarios o ninguno, nunca se sabrá, puesto que, aunque el adoquín ya no
esté, o esté cubierto, el sitio continúa embrujado esperando a los nuevos
potentados.
De esos adoquines habrá unos cuantos por el mundo, lástima que sean tan invisibles a nuestros ojos como el oro que representan. Besos
ResponderEliminarYo ir en búsca de ese adoquíiinnn jeje, gracias por pasarte por mi blog, me ha encantado el tuyo. Un gran abrazo desde Chile.
ResponderEliminarHola! coincido en que hay miles de esos adoquines en el mundo. Muchos no los podemos apreciar y otros los quieren quitar. Saludos!
ResponderEliminarLeyendo el relato me viene a la cabeza eso de "eran tan pobre que solo tenía dinero".
ResponderEliminarLeyendo el relato me viene a la cabeza eso de "eran tan pobre que solo tenía dinero".
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarLa verdad, es que, al menos para mí, es una pena enorme ser tan codicioso, porque ya se sabe, cuando nos vamos de este mundo, todo lo material se queda en él, así que no concibo una vida con ese afán de tener más y más.
Aunque por otro lado, no coy a ser hipócrita, no le diría que no a hallar a un adoquín de esos Jejejee.
Besotes
Un relato muy verídico. No debemos ser tan codiciosos, en la vida es más importante los sentimientos y no el dinero, eso nunca da la felicidad, debemos apreciar la vida con nuestras riquezas y pobrezas.
ResponderEliminarHola guapa
ResponderEliminarVaya, que lástima tener tanto poder y usarlo de un modo en el que está solo toda su vida
Eso si, el final en cierto modo me parece un acto de buena voluntad, aunque un poco al azar en mi opinión
Un besazo
Hola
ResponderEliminarCuánto daño hace la codicia en este mundo. Al final casi que se puede decir que es lo que menos importa... Si la gente supiera dónde está ese adoquín serían capaces hasta de pelearse por encontrarlo.
Besotes
Hola!
ResponderEliminarTus lecturas siempre quedan interiorizadas. Sueles presentar ideas y valores y trasmites mucho, das que pensar.
Casi siempre las personas ricas se vuelven excéntricas, será que al tener tanto dinero ya no saben que hacer, tenemos la idea que una vez que tengamos mucho dinero seremos felices pero no siempre es así, no creo que haya disfrutado de su existencia viviendo de esa forma.
ResponderEliminarCuriosa forma de repartir su patrimonio. Muchas veces, salvo que sean famosos que salen por tv, los ricos visten como gente de a pie (no andrajoso como este mago) y no los sabríamos distinguir. Ellos pueden elegir cómo vivir, si siendo extravagantes o como uno más, bss!
ResponderEliminarHola wapa! Creo que adoquines millonarios así existen por el mundo, jejeje. Me ha gustado mucho tu relato, es muy original.
ResponderEliminarBsss