La gata salvaje
Una simple puerta de color marrón oscuro se interponía entre lo que era dentro y fuera de esas cuatro maderas. El interior impoluto, cualquier esquina brillaba como los espejos, la librería ordenada por orden alfabético sin que ningún libro sobresaliese más que el otro.
La habitación presentaba una cama estirada donde
no era posible ver una sola arruga. La cocina era una composición de libro, parecía que nunca nadie había cocinado o usado aquellos utensilios.
Se acercaban las nueve de
la noche, estaba atareada con la cena, pronto llegaría el dueño de todo
aquello, el dueño de su persona, el que todos los días dejaba por escrito
cuáles serían sus labores, nunca le llevaba la contraria, siempre dispuesta a
complacerle, había aprendido que si no lo hacía el castigo sería doloroso.
Las noches eran
terribles, aquella inmaculada cama se deshacía con el placer de su dueño,
mientras ella contaba los minutos mirando aquel lustroso reloj que le parecía
que estaba en su contra porque los segundos no avanzaban. Cuando su amo estaba
satisfecho, dormía plácidamente, mientras ella miraba al techo, sintiéndose sucia
y ultrajada.
Comenzaba un nuevo día
para su amo y otro día más para la invisible, escuchaba todas las mañanas, palabras vacías, órdenes escritas, besos sucios. Varias horas de soledad para
que a las nueve de la noche todo estuviese listo y volver a empezar.
De puertas para fuera sus
vecinos la consideran una gata salvaje, era arisca con todos, no se relacionaba
con nadie, no respondía a las miradas ni a los saludos, algunos pensaban que
aquel pobre marido estaba dominado por aquella gata insensible y malhumorada.
Lo
que no sabían era que seguía un guion que su amo le marcaba todos los días, la
invisible hubiera preferido tener amigas, conversar con los vecinos, plantar
flores en el jardín, ir de compras con alguna conocida, tomar un café sentada
en el porche, sin embargo, lo tenía prohibido.
Gran relato, como siempre. Has contado una realidad muy dura. Algo que se vive día a día en muchos hogares. La crudeza en tus palabras es imprescindible para que se grite a viva voz todo lo que ocurre. Me asquea que tengamos que vivir este tipo de situaciones. Gracias por ponerles voz.
ResponderEliminarUn relato de esos que estremecen y te hacen pensar. cuántas mujeres estarán en esta situación guardando silencio o qué tipo de acuerdo tendrán con ese amo, a cambio de qué aceptan vivir así. Felicidades
ResponderEliminarComo siempre has conseguido sorprenderme con tu relato. Somos como un iceberg y la gente que nos rodea, solamente conoce una parte de nosotros y por eso todos tienen una opinión equivocada de ella. Gracias por compartir, un abrazo
ResponderEliminarHola wapa! Es un gran relato, como siempre. No se de donde sacas tantísima inspiración
ResponderEliminarBsss
Hola. Me ha entrado escalofrío con este relato. Me ha dado una sentencio de ahogo y de querer gritar para que todos supieran la verdad, y así se le cumpliera sus deseos. Las apariencia engaña. Que pena me ha dado esa gata amedrentada. Besos.
ResponderEliminarHola guapa, pues como cambian las cosas depende de las perspectivas que se ven eh, son curiosas estan relaciones dueño-sumisa, y lo que puede llegar a pasar en unna relacion, un relato sorprendente! besos
ResponderEliminarComo es deporte nacional juzgar sin conocer pues ella es la dominante, ya...Lo peor es que no sabemos cuántas historias como esta se esconderán de las puertas de las casas...lo peor que no sientan suficientes fuerzas para abandonar eso...bss!
ResponderEliminarUfff Vaya historia y de esas muchas que no conocemos..las cosas no siempre son lo que parecen. Es desgarrador para la protagonista de tus letras no poder gritar..
ResponderEliminarLa historia me ha dejado con la piel de gallina, el poder no decir nada, aguantarse todo dentro mostrar al mundo una chica con otra cara. Genial el relato. Un beso muy grande.
ResponderEliminarHola guapa
ResponderEliminarUff no me esperaba para nada un final así, y te deja con el corazón dolorido, pobre... estar atrapada en tu propia vida debe de ser horrible
Y también es un gran mensaje, las apariencias muchas veces engañan y no debemos juzgar sin saber
Un besazo
¡Hola!
ResponderEliminarSin duda este es un claro ejemplo que las apariencias engañan, y que muchas veces deberíamos ahorrarnos realizar juicios, porque primero, no tenemos la potestad para hacerlo y porque segundo, nadie sabe lo que pasa en una casa puertas para adentro, ni lo que puede pasarle a una persona por ser de un modo u otro.
La verdad es que e un relato de esos que te invita a pensar en cuántas gatas que aparentemente creemos que son salvajes, por desgracia, viven bajo la sumisión más absoluta.
Como siempre, un placer enorme pasarme a leerte.
Besotes
Hola!
ResponderEliminaruna lectura que se hace un poco cuesta arriba porque pienso en cuantas más habrá que se hagan pasar por gatas ariscas y es que no les queda otra opción que serlo, que ponerse esa máscara porque no les queda más remedio. Una verdad dura que has sabido retratar.
Besos!!
Hola, hace un tiempo estado bastante estresada, por toda la situación que hemos vivido, y reconozco que la lectura para mí ha sido muy vía de escape, me encantó leerte como siempre tus historias maravillosas que nos transmites
ResponderEliminarPrecioso relato, y muy profundo. Sin duda, una realidad invisible...
ResponderEliminarY cuánta gente, o gentuza, putos cobardes, conocen esa situación pero se callan porque no es asunto suyo. Porque no va con ellos. El silencio y la indiferencia de la sociedad también son culpables.
ResponderEliminarMadre mía, de erizar la piel. Excelente relato querida Mar.
ResponderEliminarMe ha recordado a una persona. Como cada relato que leo, te superas. Saludos!
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