El cementerio de las almas buenas

El cementerio de las almas buenas

Una visita a un remoto lugar libre de oscuridad, donde la noche era estrellada, que junto con la luna nunca reinaban las sombras, era un lugar donde pocos podían acceder. Ese era el cementerio de las almas buenas, escondido entre la arboleda, invisible, si no era con un guía.

La entrada custodiada por dos grandes figuras de dioses, que algún momento de la historia habían dado su vida por los humanos, uno de ellos de pie, alzando su mentón al inmenso cielo, el otro mirando a su izquierda por donde el camino concurría.  Una vez pasadas esas dos grandes estatuas, se entraba en la necrópolis, las distintas tumbas organizadas como un laberinto, cada una con su correspondiente epitafio. Los moradores habían dispuesto que esa fuese la leyenda que les recordase. Entre las sepulturas un camino de piedra que por entre sus rendijas asomaban hierbas, incluso hasta alguna flor. El guía relataba a cada paso quién fuera el primero en estrenar aquel camposanto, así como el último en llegar.

Detallaba a la perfección cada figura labrada en piedra o mármol que engalanaban los pasos del sendero.

Dos horas y poco llevaba recorrerlo todo, sin pararse demasiado, puesto que, a partir de las ocho de la tarde, todas aquellas almas resurgían de la tierra para buscar la maldad y tratar de convertirla en bondad. Entraban en el cuerpo de aquellos que consideraban malditos, para mostrarles cuál era la luz que deberían de seguir. Con algunos lo lograban, aunque les llevaba tiempo influir en aquellas mentes perversas, si bien, en cuanto lo conseguían, una estrella alumbraba a su alrededor, invitándolos a completar el gran círculo, que les daría paso a continuar su camino hacia otra dimensión.

Sin embargo, existían mentes que no se podían doblegar, que a pesar de influir en sus malos actos, continuaban ejerciendo el mal, eran consideraba mentes muertas, cuerpos vacíos que vagaban por la tierra sin empatía. El dolor inmenso que estos seres producían en estas almas buenas era infinito, cuando una estrella se apagaba, les dificultaba dar el gran paso, el tránsito para poder revivir en otras dimensiones, poder continuar con su caminar.  Ya que su paso por esta vida les había premiado con la oportunidad de influir en esas mentes ocultas en la negrura, en esos pensamientos condicionados por el mal.

La visita guiada terminó, todos los asistentes enfilaron el camino de vuelta, mirando atrás podía verse una hilera de estrellas que levantaban el vuelo en busca de aquellos que nunca conocieron la bondad.