Malditas voces
Con la habitación en
penumbra, sentado en aquel viejo sofá, que ya había sido de su abuelo, miraba
por la ventana, la noche era oscura, le temía a la noche, cuando todo estaba en
silencio, las voces de su cabeza se ponían de acuerdo para atormentarle.
Fijó su mirada en la
única farola puesta en la calle, parpadeaba, como queriendo pasarle un mensaje,
la luz intermitente le producía jaqueca. No podía seguir mirando, cerró los
ojos y escuchó el murmullo, al principio solo era ruido, pero estaban ahí, no
podía echarlas, no podía deshacerse de ellas, sabía que cuando fuesen claras,
le harían hacer algo que no quería, moraban en su mente para martirizarlo, para
obligarle a hacer daño a otros.
No quería hacer daño a
nadie, solo sentirse tranquilo en su casa; sin embargo, no le dejaban
descansar, eran aterradoras, le explicaban cuál era su misión y cuánto daño
infligir. Voces del infierno, de lo más profundo de la maldad, aparecían en su
cabeza haciéndole perder toda su humanidad.
En la acera, se paró un
coche con una pareja de jóvenes, hablaban en alto, se reían, se besaban y se acariciaban,
se quedó mirándolos. Ellos no lo podían ver, de pronto las voces se calmaron, y
escuchaba con claridad, lo que tenía que hacer y cómo.
La joven se bajó del
coche y atajó por el jardín, la conocía, era su vecina, una joven hermosa, que
le gustaba mucho la fiesta.
Se levantó de su sofá,
salió por la puerta de atrás, y esperó a que ella pasase, la cogería, le
taparía la boca y le haría todo lo que esa voz le decía.
Esperó agazapado tras
unos matorrales, mientras la joven, daba dos pasos atrás para despedirse de
nuevo de su novio, el cual, sin pensarlo, arrancó el coche y abandonó la calle
sin esperar que su novia llegase sana y salva a su hogar.
Caminaba feliz por aquel
atajo, sabía que era oscuro, no tenía miedo, el hombre que vivía en esa casa,
no parecía mala persona, no era muy hablador, aunque si un poco baboso cuando
la miraba, sin embargo, no le temía.
Él estaba agazapado,
esperando a su presa, sabía todos los movimientos que tenía que dar, sabía cómo
tenía que hacerla sufrir, como acabaría con la vida de la joven, porque sus
voces así se lo decían, y era la única forma que se callasen por un tiempo.
Se despertó en su sofá,
tembloroso, sudando, aterrorizado, ¿lo había hecho?
Ya era de día, vio como
la joven pasaba corriendo por delante de su jardín, siempre usaba aquel atajo,
esa noche se había salvado, ¿y la próxima?
Pues ganas de próxima 😉
ResponderEliminarGracias por pasarte.
EliminarFoi um pesadelo. Escutamos as vozes e não podemos fazer caso delas. Temos de calar as vozes que nos fazem sofrer.
ResponderEliminarCumprimentos
Os Piruças
Así es, a veces no se pueden callar.
EliminarWow Mar! :D
ResponderEliminarMuy distinto a lo que suelo leer de tí pero ME GUSTÓ! desde el principio te deja atrapado, claro que es oscuro pero un poco de escalofríos es bueno. El toque de las voces en su cabeza y encima no recuerda si atacó a la chica ufffff! Like it!
Hola guapa
ResponderEliminarUff que tensión! Me he pasado todo el texto sin saber que iba a pasar al final, y cuando despierta... como sabe si lo ha hecho o no? Quizá la está viendo correr por la calle pero en realidad es un sueño eso...
muy interesante!
un besazo
Hola guapa, pues tu relato me ha hecho pensar en unas estadisticas que miraba el otro dia sobre psicopatas y su integracion en la sociedad, pues creo recordar que hay un 3% puros pero luego un 10% integrados en la sociedad, esta claro que el de tu relato se cuenta entre los segundos, los que dan mas miedo porque parecen personas normales hasta que un dia... besos
ResponderEliminarMuchas gracias, a veces me gusta dar saltos en mis escritos
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarPues espero que en esa próxima también se salve.
La verdad es que no sabemos quien se puede esconder detrás de una apariencia la mar de "normal" e incluso amigable, y más cuando se trata de personas con algún trastorno psicológico, que se por experiencia (tema laboral) que muchos de ellos, queriendo o sin querer (eso es quizás aun un misterio) son unos auténticos profesionales del despiste.
Como siempre, un texto que te atrapa desde la primera línea.
Besotes