Arena Blanca
Aquel viaje había dado
mucho de sí, el trabajo le había llevado a visitar uno de los hoteles más
importantes en una isla paradisiaca. Durante dos días los negocios le ocuparon
todo el tiempo, ahora le quedaban tres días de relax, hasta que su próximo vuelo
le regresase a la rutina.
La isla era maravillosa, muy cuidada, el agua
del mar transparente y la arena desde lejos parecía una nube flotante. Descubrió por casualidad un camino, era
blanco con la nieve, aquella arena que lo cubría brillaba bajo el sol,
reflejando en sus minúsculos cristales toda la luz que era, proyectaba hacia
los bordes como si invitase a caminar hasta el final.
Se adentró hipnotizada
por la belleza del lugar, llegó a una pequeña cala, encontró una casa de madera
con las ventanas cubiertas por macetas con flores de distintos colores. Desde
lejos, la vio, con su vestido blanco, su pelo negro recogido en una gran coleta
que se movía al compás de sus movimientos.
Ella, le vio llegar y lo
saludó con una gran sonrisa. En minutos se quedó prendado de aquella mujer,
cuanto más hablaba con ella, más interés tenía en conocer cada detalle de su
vida. Ella era guía turística, lo había dejado todo en su país y había formado
un hogar en aquel paraíso.
Durante los tres días que
permaneció en la isla, viajó con ella, acompañándola en aquellos viajes de
turismo, que daban a conocer aquellos idílicos rincones. La escuchaba hablar de
aquellas maravillas, y sentía como se fundía con el paisaje, como si fuese una
filmación.
Ambos conectaron, se
sentían bien uno junto al otro, tenían muchas cosas en común, y lo principal
era que se gustaban, tanto física como espiritualmente.
Él, tenía que regresar y
algo se rompía en su interior, le costaba abandonar a aquella mujer que en tres
días se había ganado su corazón.
Al mes, recibió una
llamada, era ella, tenía una semana libre y quería ir a visitarle, le preguntó
si le podía buscar donde alojarse. Él, sin dudarlo, la invitó a su casa, la
quería tener cerca, estaba ansioso por verla.
La semana pasó rápido,
ella tenía una habitación que no usó, quiso compartir la de él, estar juntos el
máximo tiempo posible. Le enseñó toda la ciudad, disfrutaron de su convivencia
como adolescentes, sin embargo, cuanto más pasaban los días, ella se ajaba, se
le notaba en su actitud, en sus ojos por momentos afloraba la tristeza, se
sentía agobiada en aquella ciudad.
Con toda aquella multitud
corriendo de un sitio a otro, con el ruido, él aíre contaminado por las
fábricas y los automóviles. Él, también
lo notaba, se daba cuenta de que la ciudad no era para ella, se sentía atrapada
e infeliz, aunque nunca se quejaba ni lo comentaba.
La despedida fue triste
para ambos, se prometieron volver a verse lo más pronto posible. La semana
siguiente, estando solo, la echaba de menos, le dio vueltas intentando buscar
una solución, y, la encontró, decidió dejar su trabajo, vender su casa, y
trasladarse a aquella casa de madera con su camino de arena blanca.
Pasar el tiempo con
aquella mujer que le había descubierto lo que era amar. Si la relación duraba
sería maravilloso, y en caso de no ser así, no se quejaría, estaba convencido
de que siempre lo lamentaría si no lo intentaba. En ese momento su corazón era
el que mandaba, el que tenía el poder, el que le invitaba a elegir.
Viajó a la aventura, seguro
de su decisión.
Hola! Esta muy hermoso, cada una de tus historias creo que uno debe vivir esa experiencia de amor. Además como haces para trasmitir ese sentimiento, emoción y amor.
ResponderEliminarGracias, me alegra que te haya gustado.
EliminarHola guapa, creo que a veces uno debe arriesgarse y que las cosas ocurran, meterte en una aventura asi sin pensar mucho en lo que puede ocurrir o en que acabara, y si, si sale bien estupendo pero si sale mal tampoco podemos quejarnos! me ha gustado mucho tu escrito y me ha hecho pensar en algo que me ocurrio hace años y que a dia de hoy no me importaria repetir! besos
ResponderEliminarAsí, es a veces en el riesgo está la aventura, gracias por leerme.
EliminarPrecioso ese relato en el que invitas a vivir el ahora, a lanzarse a la aventura del amor y sobre todo a no quedarnos dormidos a vivir plenamente por el miedo a todo lo que pueda pasar. Como en el protagonista de tu historia, lo peor que podría pasar sería no hacer realidad su sueño y sin duda lo mejor es atreverse a vivirlo. Muchas gracias y un abrazo
ResponderEliminarGracias a ti Yolanda Morales, me encanta que te haya gustado. Un abrazo.
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