De nombre, Magdalena
Había nacido en una época en
la que no se tenía en cuenta su valía, era una mujer inteligente, despierta,
desenvuelta, con un talento innato. La
época en la que le había tocado nacer, no se respetaba a las mujeres sabias, no
tenían en cuenta sus valores, eran utilizadas para el casamiento, cuidar de la
casa, de los hijos y del marido.
Magdalena vendía su cuerpo en
un burdel visitado por hombres sabios, pensadores, lo había elegido porque le
gustaba escuchar aquellas conversaciones sobre otros países, otras culturas y
aquellas frases con acento rítmico.
Memorizaba las poesías, los
nombres de los países, se evadía cuando hablaban de otras culturas, quería
entender que existían otras gentes y no solo lo que ella conocía. Hubiera
regalado parte de su vida, por poder acompañar a aquellos eruditos en sus
viajes.
En la estancia donde ofrecía sus
servicios, únicamente había unas mantas y una colcha que ella misma había
tejido. La puerta era una tela de colores, que colgaba desde el techo hasta el
suelo de tierra.
Cuando aquel tejido colgado se
apartó hacía un lado, miró para ver qué tipo de hombre deseaba su cuerpo,
cuando le vio allí de pie, se quedó paralizada, era un hombre joven, con el
pelo largo, vestido con harapos, sandalias, barba. Pero tan pronto lo miró a
los ojos, no pudo más que sonrojarse, era hermoso, divino, celestial.
Se disponía a quitarse el vestido,
cuando él, con su voz melodiosa, le dijo que no quería su cuerpo, que lo quería
todo, su cuerpo, su alma, su corazón, su sabiduría, su bondad.
Magdalena, era lista y a pesar
de ello, no entendía lo que aquel hombre le pedía.
Él, se arrodilló a sus pies,
levantó un poco la cabeza y la miró directamente a los ojos:
—Tu lugar no es este, no
tienes por qué vender tu cuerpo, ni depender de nadie, tu alma está limpia y tu
corazón puro. Te ofrezco, salir de aquí, acompañarme, si así lo deseas, o
puedes ser libre de elegir, de hacer tu vida, de tener tus propios
pensamientos, de amar, libre para enseñar a otros tu gran sabiduría.
Magdalena le miró, le besó las
manos, agradecida. Le acompañaría, viajaría con él, en busca del conocimiento,
del amor y de otras fronteras.
Salieron juntos al mundo,
Magdalena, nunca olvidó a aquel hombre, mientras ella vivió, él también vivió
en su corazón.
Hola guapa, madre mia cuantas mujeres habran vivido y habran muerto sin que nadie supiera de su inteligencia, su pensamiento, lo que hubieran podido hacer si hubieran tenido la oportunidad! muy buen escrito porque me ha hecho pensar en ellas! besos
ResponderEliminarHermoso relato sobre María Magdalena. En ese tiempo y en la actualidad las mujeres seguimos siendo relegadas, maltratadas y silenciadas, la ola de feminicidios y maltrato a la mujer sigue vigente.
ResponderEliminarSimplemente, me fascinó
ResponderEliminarMaría Magdalena y Jesús. Qué relato más hermoso. Felicidades!! Un placer leerte, compañera! Un fuerte abrazo!
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