La anciana y el pájaro
Había sido una mujer activa,
durante años maestra en el pueblo vecino, algunas temporadas participaba como
escritora en el periódico local, en general toda una vida entre letras. Su
tiempo libre lo dedicaba a viajar, conocer mundo, otras culturas que le
aportaron sabiduría y conocimiento. Casi un siglo llevaba en este mundo, cien
años bien aprovechados, había hecho todo cuanto deseaba.
Ahora cerca del siglo, estaba
sola, llevaba cinco años en aquella casa, de la habitación a la cocina, de la
cocina al salón y del salón al baño, y vuelta a empezar.
En el sofá donde todas las tardes
se sentaba podía ver desde la ventana un gran árbol, en verano le proporcionaba
sombra, en invierno le daba un poco de vida a aquella solitaria habitación.
Se recreaba mirando como el
viento movía las ramas, que seguro tendría más años que ella. Un día la rutina
cambio, sobre el alféizar de la ventana se posó un pájaro, la cabeza era de
color amarillo, las puntas de las alas de color naranja, su cuerpo de un tono
tostado.
El ave cantaba mirando a la
anciana, luego saltaba sobre sus patitas o hacía alguna voltereta en el aire.
La mujer lo miraba mostrando una
leve sonrisa en su cara ajada por el tiempo, no quería moverse por si asustaba
a su nuevo amigo.
Aquel pájaro todos los días a la
misma hora se acercaba a la ventana para hacer feliz a aquella anciana.
Un día dejó un poco abierta la
ventana, el ave primero se posó en el alféizar, luego con algo de temor
introdujo su cabecita por la parte abierta para ponerse a cantar. Ella lo
miraba feliz, llevaba mucho tiempo que aquellos ojos no mostraban las arrugas
de la risa, de la felicidad, aquel pequeño le estaba ofreciendo una
distracción, un cambio de rutina.
Al día siguiente, volvió a abrir
la ventana, el visitante, ya más osado, entró y se posó en el regazo de la
mujer, desde allí cantó y bailó para ella.
Fueron amigos durante muchos
meses, hasta que un día la ventana se quedó en silencio. La mujer buscó a su
amigo, unas lágrimas corrieron por los surcos de su cara, la noche se acercaba,
seguía en aquella ventana rezando para que no le hubiese pasado nada a su
pequeño cantor.
Durante dos meses estuvo
preocupada, le rogaba a Dios que su pequeño amigo estuviese bien, pedía que
fuese feliz en cualquier campo donde disfrutase de la libertad.
Una tarde escuchó un canto que
reconoció al momento, allí estaba su buen amigo, esta vez venía acompañado de
pequeñines, todos entraron y le cantaron a la anciana que ya nunca más estuvo
sola.
Ohhhh vaya relato precioso! Por un momento he temido por la vida del pajarito, pero ya veo que todo tiene un final feliz!!!! Un besote!
ResponderEliminarMe ha encantado la historia, la verdad que es bastante tierna todo, la naturaleza y el ser humano están conectados, solamente tenemos que aprender a valorarla y a cuidarla, pajarito visitando a una anciana, es realmente increíble el relato
ResponderEliminarDe los relatos que he leído hasta el momento este es uno de los que ha despertado en mi una mayor ternura. Me parece preciosa la relación que nace entre el pájaro y la mujer y como se hacen compañía. Gracias por compartir, un abrazo
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarPero que relato más tierno, en serio. No se si es porque justamente lo leo cuando esta semana hemos rescatado a uno polluelos, pero es que me has tocado la fibra.
La vedad es que la soledad es una de las peores cosas de la vida, y que poco valor le damos al poder estar rodeados de seres que amamos (hablo de la sociedad en general).
Así que, además por la gran carga de ternura que tiene el relato, me quedo también con un gran mensaje. La soledad no podrá atraparnos si dejamos entrar aunque sea a esos pequeños seres (ya sean pájaros, gatos, perros...), que con un solo su presencia, pueden hacer sentirnos los seres más afortunados.
Besotes
Bonita historia la que nos traes en esta ocasión. El amor que profesa una mascota u otro animal que haga su mismo papel a una persona siempre resulta misterioso e increíble. La fidelidad que se demuestran mutuamente, animal y humano, a veces no sucede entre miembros de la misma especie y es todo un misterio. Me ha encantado el final feliz. Un beso.
ResponderEliminarQue relato más bonito y tierno a la vez. La soledad a veces nos saca mucha facturas y no nos permite valorar los pequeños detalles que nos regala la vida para que no estemos tan solos del todo.
ResponderEliminarOhh qué historia tan tierna. La conexión con los animales puede llegar a ser algo increíble. A mi me fascinan cada día más. Me ha enternecido muchísimo tu historia, muy bonita.
ResponderEliminarBesazos
La soledad es ese gran mal de nuestros mayores, hay veces que por circunstancias tiene que ser así, otras bien se podría arreglar pero los familiares no mueven un dedo...Menos mal que encontró distracción y compañía si puede llamarse así a la familia de pajarillos, bss!
ResponderEliminarQue bonita historia, muy tierna, la vejez a veces puede ser muy solitaria para algunas personas de la tercera edad, dicen que la juventud se pasa rápido pero la vejez a veces se hace lenta, al menos estas avecillas le daban una alegría a esa mujer anciana.
ResponderEliminarHola guapa, desde luego tienes un repetorio versatil ya que muchas veces no se como acabaran los relatos, en este caso predomina la felicidad y la esperanza, almenos eso es lo que me ha trasmitido la llegada de los pajaros para acompañar a la anciana! muy bonita la historia! besos
ResponderEliminarel tema de la soledad de las personas mayores es un tema que em preocupa bastante y que llevo muy mal, la verdad pero este texto me ha parecido súper bonito y tierno. Te lo he dicho mil veces, pero me encanta como escribes!
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