El juicio de los Dioses
Una tarde los cielos se
oscurecieron, los truenos aturdían, los relámpagos brillaban como látigos
fustigando a la tierra.
De una punta a otra del
planeta, todas las personas salieron al exterior. Se sentían asustados por
aquel estruendo.
Desde lo alto y por
encima de aquellos rayos, los dioses se habían reunido, habían decidido dar un
ultimátum, estaban cansados de ser el centro de todos los males, hartos de ver
como su obra se destruía.
Confiaban que durante la
creación les habían aportado la suficiente inteligencia para obrar de forma
racional en favor del bien, sin embargo, hacían caso omiso de esa virtud.
Durante años estuvieron
atentos observando como avanzaban esos seres perfectos y cuanto más
evolucionaban en lugar de aprender de los errores cometidos, los olvidaban.
Además de mostrar falta de empatía, de solidaridad, cortesía, alegría,
honradez, se estaban convirtiendo en seres dependientes de lo material y de lo
ficticio.
Las deidades decidieron
que durante siete días todas las personas se convirtiesen en plantas e
insectos. Les dejarían su capacidad de pensar, no podrían actuar, cada uno se
defendería con sus propias armas.
Durante esa semana unos
fueron mosquitos, otros se convirtieron en arañas, pulgas, helechos, mariposas,
arbustos…, todos ellos con su capacidad de sentir como persona, sin embargo,
indefensos frente a las inclemencias del tiempo y de otros animales.
Una vez cumplido el
objetivo, volvieron a su estado normal sabiendo lo que habían sido, por el
contrario, nadie decía nada de lo sucedido, se miraban con recelo, pues la
mosca se acordaba que aquella araña había querido comerla. El helecho se sentía
atacado por aquel mosquito que lo molestaba, la pulga del hambre que había
pasado sin saber qué hacer para poder comer, todos se sintieron vulnerables.
Los todopoderosos
permanecieron atentos al resultado, lo único que percibieron fue que no habían
aprendido nada, que seguían con su actitud y ahora recelando de sus vecinos.
Aquellos dioses se
miraron los unos a los otros, se culparon por no haber percibido tantos
cambios, por haberles dado libre albedrío, comprendieron que nada se podía
hacer, que la humanidad estaba decidiendo su destino.
Tristes y desolados
abandonaron la tierra en busca de otro planeta donde comenzar de nuevo su
creación. Ahora sabían en qué habían fallado, volverían a crear una élite de
humanos sensibles, alegres, creativos, empáticos, solidarios y que jamás
olvidasen los errores cometidos.
¡Hola! mi primera reacción al leer el relato ha sido la de pensar "lo tenemos merecido". Hasta los Dioses se rinden con nosotros y no me extraña, yo a veces también tengo el sentimiento de que no tenemos remedio ya. Pero me resisto a convencerme de ello y que aunque sea poco a poco podemos ser más empáticos.
ResponderEliminarMuy interesante
Hola wapa! Cómo siempre está genial tu relato y la imagen le acompaña perfectamente. Me ha gustado mucho
ResponderEliminarBsss
Una historia dura, pero a veces la misma actitud de los seres humanos nos hace pensar que tenemos merecido todo lo que nos está sucediendo porque al parecer muchos piensan que habitarán la tierra por la eternidad, ojalá aprendiéramos de nuestros errores si fuera así nuestra sociedad sería muy diferente.
ResponderEliminarHola guapa, pues el relato me ha recordado uno que lei hace años de Bradbury, y en fin, supongo que si, que nos merecemos que incluso los dioses nos abandonen porque desde luego no estamos haciendo las cosas nada bien! besos
ResponderEliminarHola guapa
ResponderEliminarEste relato podría ser una gran crítica a nuestra sociedad, los dioses y su castigo serían algo así como el confinamiento, todos pensamos que los humanos aprenderíamos y ahora estamos demostrando que seguimos siendo igual de egoistas
Un besazo